lunes, 20 de junio de 2011

LOS CAMINOS DE LA LIBERTAD

Muchas veces, y tal vez esta sea una de ellas, para empezar a hablar de cosas tan grandes como la libertad, la democracia, la fraternidad, la igualdad, no alcanzaría con mencionar la carta constituyente que universalizó los derechos fundamentales del hombre allá por los finales del XVIII francés de la revolución. Siempre he temido la grandilocuencia de los términos muy cargados de tiempo y leyenda. Generalmente ese tiempo de uso los ha engordado de tantos significados que en el momento de decirlos ya no se sabe si tienen correspondencia con alguna realidad.

Pero siempre hay que decir algo para empezar y en este caso preferiría recordar algo sencillo pero muy próximo a la juventud, como es la utopía. Para los adultos, para los maduros pragmáticos, la utopía es el imposible, una pérdida de tiempo, pólvora mal gastada Pero para los jóvenes vivos, para los que la libertad es una obligación inexcusable, la utopía es algo más. Y aquí diré lo que alguna vez he leído de Eduardo Galeano, el escritor y pensador uruguayo. Se titula “Utopía” y nos dice:

La utopía está en el horizonte

cada vez que doy dos pasos

el horizonte se corre dos pasos,

y si camino 20 pasos

la utopía se alejará 20 pasos.

Ya se que por mucho que camine

nunca alcanzaré el horizonte…

¿Entonces para qué sirve la utopía?

Para eso,

Para caminar….

¿Qué relación tiene la utopía con la libertad? La esencia de la libertad no es un regalo, la tenemos que conseguir, está más allá de lo que nos viene dado. Y para conseguirla tenemos que andar, tenemos que hacer camino… la utopía es ese motor que nos impulsa, que nos mueve, que nos saca de la inercia, del conformismo paralizante. La que nos pone delante el horizonte…en el horizonte donde están nuestros ideales, nuestros derechos humanos, la libertad esencial…

La libertad, además de todo lo que se dice o se puede decir con acierto, está unida a la autodeterminación, la capacidad electiva del hombre. Sin su capacidad de decidir, sin existir la conciencia personal de autodeterminación, de autonomía, la libertad real no existe.

Podríamos tener ciertas libertades de hecho, aunque controladas, como la libertad política, libertad religiosa, libertad de expresión, libertad de prensa, libertad de enseñanza…pero todas esas libertades son llamadas “de ejercicio”, tienen límites, y son consentidas…no son lo esencial de la libertad, lo esencial de la libertad está en nuestra capacidad de ser nosotros mismos, uno mismo. Y eso exige la autonomía, la autodeterminación. No las simples concesiones.

De poco serviría tener “el permiso de libre”, si se tiene alma de esclavo…

Lo que da verdadera libertad es nuestra decisión de independencia, de soberania propia, de pertenencia a nosotros mismos, de ser responsables de nuestras acciones, más allá de las “permisividades” ajenas.

La responsabilidad que asumimos nos da la legitimidad de nuestra libertad. Lo que en términos sencillos, pero claros, nos pide aquella famosa frase “Sé tu mismo”. Y esa es la auténtica esencialidad de la libertad.

Y aquí volvemos a la utopía. La autodeterminación no es un regalo de los dioses, se alcanza luchando por nuestra propia idea del mundo, por los proyectos nuestros, por lo que nos diferencia de la manada. Y para conseguir esa construcción de nosotros mismos, ese edificio que será nuestra vida propia, tenemos que caminar pese a que el horizonte se aleje. Lo fundamental es caminar, la única forma de ir arribando a nuestras metas vitales, aunque la utopía final siempre quede en el horizonte.

Y volviendo al principio. Las grandes palabras que hemos heredado: libertad, democracia, fraternidad, igualdad, aquellos principios enunciados en la precursora carta del XVIII, aquello que permite la construcción individual y colectiva de las personas y de la sociedad, exige el esfuerzo, la voluntad, no es algo regalado o devenido gratuitamente, pide el empeño, pide el entusiasmo, el entusiasmo en su significado griego original: tener los dioses dentro, tener esa convicción que deriva en libertad.

Una libertad no concedida. La libertad realizada por uno mismo.

Si la vida es el camino, ser uno mismo es indispensable para andarlo sin cadenas…

Manuel Álvarez Prieto

Junio 18/6/2011

Lugo