lunes, 14 de marzo de 2016

LA PIZZA COMO MITO Y COMO PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD


RATZINGER-HABERMAS Y DON MIGUEL EN TERAMO




Es muy probable que si quisiéramos explicar la relación entre la estructura social y los mitos recurriendo al famoso debate Ratzinger-Habermas  el resultado sería casi nulo. La exigencia intelectual fría, aunque fuera brillante, no aportaría gran cosa en el campo extensivo de la comunicación.  Pero la idea es positiva si podemos trasladarla al ámbito de la vida sencilla, de la realidad de los paseos que hoy hacemos al salir de nuestro barrio, de nuestro país.

Hace pocos días anduvimos dando vueltas por la Italia que apreciamos, y una de ellas, preferente, es la del Adriático central, el de los Abruzzos, el de Teramo, Tortoreto, Giulianova, para nosotros el ombligo de la cultura que se juntó en la vieja bota mediterránea antes de llegar a Roma, la protohistoria de la cultura occidental que se acabó difundiendo desde el Tirreno a la Patagonia y California.


Y fue ahí donde supimos que, finalmente, la Pizza ha sido propuesta como Patrimonio de la Humanidad, algo que ya creíamos instituído pero que se supone se alcanzará en el 2017. Magno reconocimiento para una obra que ha superado la simplicidad de una comida popular que en algunos lugares del mundo es algo lindante con las religiones. Italia es la madre pero en Buenos Aires es un mito, un ritual inevitable para todos los porteños, una contraseña de identidad. 

Y fue en Teramo donde comprobamos la magnitud del ritual de la pizza reuniendo a todas las franjas sociales en una de las pizzerías míticas para todos los Erasmus.  Mientras conocíamos la noticia de la propuesta como Patrimonio de la Humanidad en la pizzería de Don Miguel Lecce en la Plaza Garibaldi nos sorprendíamos viendo como compartían allí  las pizzas de Don Miguel desde los jerarcas políticos a los barones de la banca y hasta el mismísimo señor Obispo de Teramo junto a nosotros y a todos los que llenaban el espacio.


Nos sentimos como si estuviéramos en un domingo de catedral o Piazza del Popolo. Un foro solo comprensible  por esa Pizza unificadora y un artífice tan vital como Don Miguel Lecce y sus hijos. Un ejemplo de  la importancia del mito que se ritualiza gracias a un maestro y una comida tan popular como gustosa.

Creemos, estamos convencidos que la Pizza unifica a toda la Italia tanto o más que Garibaldi y que reúne sentimientos compartidos más allá de la masa y el tomate o la mozzarella.  En Teramo la vimos ritualizada  por ese magister Don Miguel, como sucede en Buenos Aires  con Las Cuartetas o en Nápoles por las antiguos maestros. ¿Maestros o sacerdotes?

La necesidad del mito en las estructuras que planteaban en su debate Ratzinger y Habermas es más fácil de entender cuando pensamos en esa Pizza que nos reúne y nos identifica, que  nos junta como en  los viejos foros o en las catedrales.  Un mito que va mucho más allá del plato y del triángulo  comestible.  Don Miguel Lecce en Teramo ha sabido interpretar la fuerza de ese símbolo.  Ratzinger y Habermas agradecidos, como nosotros. Piacere.